Ana María Rojas y su historia de protección de los textiles

“Aquí en Chile la cultura es una cosa como de academia, en otros países la cultura está viva”

Es investigadora textil en sus diferentes aspectos, arqueológico, etnográfico y arte textil contemporáneo. Magister en Arte con especialidad en Arte Textil de la Academia de Bellas Artes de Varsovia, Polonia, país al que partió luego del golpe de estado en Chile con su marido  e hija de dos años, dejando inconclusa su carrera de Diseño Teatral en la Escuela de Arte de la Universidad de Chile. Para ella la conservación de los textiles tiene sentido en cuanto la gente los conozca, los sienta, no para tenerlos guardados en la bodega de un museo, ya que tiene que ver con las emociones de un pueblo o de una familia.

¿De dónde nace esta pasión por los textiles?

Se podría decir que la fibra me encontró a mí, más que yo haya buscado ese camino. Es como decía Octavio Paz en alguno de sus textos, uno como que se encuentra con sus raíces viviendo lejos. El decía que uno tiene que pasar por Praga para encontrar lo precolombino. Bueno, yo pasé por Varsovia, no tan lejos de Praga. El textil ha sido para mí un medio que me ha nutrido y alimentado, me ha hecho viajar, encontrar mucha gente, amigos y grupos. En Polonia el arte textil tiene un valor similar a la pintura o grabado, la materialidad es la que cambia, pero tiene la expresión a través de la fibra.

¿Qué instancia reúne en Chile a quienes se dedican a investigar y conservar textiles?

En este momento uno de los principales y que reúne a mucha gente, es el Comité Latinoamericano de Conservación Textil, del que fui presidenta durante 6 años y ahora soy vicepresidenta. Este comité tiene 33 años de existencia, partió siendo una idea del director del Museo Precolombino en esos tiempo, que armó un grupo con personas que se dedicaban a diferentes materialidades, como cerámica o textil, pero resultó que después de un inicio los que seguimos trabajando y reuniéndonos fuimos las textileras. El resto de las materialidades fue desapareciendo en el camino. El Comité se dedica a la investigación, pero en un aspecto amplio, desde lo arqueológico hasta la moda, pasando por todas las maneras y manifestaciones de la fibra.

Participa gente que pertenece a diferentes países latinoamericanos, pero también ha habido gente de Canadá y España. Tiene también un abanico muy amplio de arqueólogas, diseñadoras historiadoras de Bellas Artes como yo, antropólogas, principalmente somos mujeres, es muy entretenido porque la multitud de disciplinas que se junta en nuestras reuniones, trabajos y publicaciones nos hacen cultivarnos.

¿Cuál es el valor e importancia de conservar esos textiles?

Conservar patrimonio tiene que ver con memoria. De alguna manera estamos teniendo una constatación material en un artefacto de la memoria. Yo no soy muy ortodoxa en realidad. Estás luchando contra el tiempo, cosa que es media absurda, si uno se va a morir igual, como no se va a morir un  objeto, pero en la medida de lo posible hay que tratar de que dure, porque es una cosa que tiene que ver con las emociones de un pueblo o de una familia. Cuando trabajo con las momias en San Pedro de Atacama, que están envueltos en 20 textiles es súper emocionante cómo te enfrentas a esto. No hay miedo ni nada raro, pero descubrir el cariño con que los envolvieron, todas las cosas que les pusieron, todo el trabajo de hacer ese textil con que lo dejaron ahí adentro.

Ahora, yo creo que no tiene ningún sentido conservarlos para tenerlos guardados en la bodega de un museo, o sea sirve conservar para que la gente los conozca.

Pareciera ser que son sólo mujeres quienes se dedican a la investigación y conservación de los textiles en Chile

Es por la materialidad textil, porque hay muchos hombres conservadores de piedras, de metales, de cerámica, pero no sé, tendrán una tranca con lo textil, no logran llegar a la sensibilidad.  En Polonia en la Escuela de Bellas Artes había la misma cantidad de mujeres y de hombres en arte textil, no había ninguna diferencia. Aquí yo creo que viene de eses machismo ancestral de latino americano, de que la aguja pertenece a lo doméstico y eso pertenece a la mujer.

Son las mujeres arqueólogas las que han puesto el tema sobre la mesa, pero van a tener que llegar los hombres finalmente, agachar el moño y entregarse a que tienen que investigar a partir de los textiles muchas cosas, como por ejemplo, que en la trashumancia y el caravaneo, el textil es un artefacto muy fácil de trasladar, no así una cerámica o una piedra.

¿Qué trabajos son los que más te han impactado?

Creo que es difícil decir eso, porque cada momento y cada grupo tiene sus particularidades especiales, específicas. Con una socia que trabajamos siempre, hicimos en San Pedro de Atacama un fardo de la cultura Tihuanaco y después un fardo que tenían dos mujeres “princesas” incas, con unos textiles increíbles. Lo de Tihuanaco en San Pedro era una túnica que no existía en otra parte del mundo, porque en Bolivia no tienen el desierto que tenemos acá, entonces se destruye toda la materialidad orgánica. Lo que está quedando en este lado es lo que se puede estudiar. Ambas han sido espectaculares.

La cosa etnográfica que estudiamos mucho en Atacama, en el salar y por el Loa también es muy interesante porque aunque la gente está produciendo poco, las cosas que tienen de hace sesenta años atrás, las guardan con amor, cariño y respeto, a pesar de que las siguen usando, no es que las tengan guardadas. Por ejemplo llegábamos a una casa y la señora desarmaba su cama para mostrarnos una frazada que había hecho la abuela o el caballero quedaba con los pantalones en la mano para que pudiéramos ver la faja que tenía hecha por su mamá. Siguen usando las prendas.

Lo de Isla de Pascua, que son  textiles de fibra vegetal, porque allá no había ganado, ovejas, hasta que llegamos los del “conti”. Son unas cosas fabulosas, a partir de los pastos, la corteza del árbol. Me consuelo un poco con respecto al ser humano de que realmente hay una cantidad de cualidades, a pesar de lo terrible que está todo. Le he hecho clase a niños de 5 años hasta de 80 y estoy convencida de que cada uno en este lugar en la tierra tenemos algo en los genes que tiene que ver con la manualidad. Todo el mundo que se lo propone, logra salir adelante creando cosas a partir de un material y transformarlo en otra cosa. La gente que tenemos la capacidad y posibilidad y la curiosidad y hacer cosas con las manos, nos ha ido bastante mejor que las que no en estos tiempos de pandemia.

El mundo de las arpilleras como registro de la historia del país

Hace unos 3 años me tocó restaurar un textil de Roser Bru que estaba en el edificio de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, hoy Museo Gabriela Mistral, GAM) en el año 72, antes del golpe. Para ese edificio se hicieron muchas obras para alhajarlo; los artistas en esa época trabajaban a la par con un obrero, cobraban como un obrero también, era una manera de colaborar con el gobierno y entregaron sus obras, las que se perdieron después del golpe. Nadie sabía dónde estaban y de pronto empezaron a aparecer de nuevo. El Museo de la Solidaridad Salvador Allende tiene algunas de esas obras. Me tocó junto a otra diseñadora trabajar en rescatar esa obra que ahora es un tríptico, antes eran 4. Una de las piezas se perdió. También terminé la semana pasada un gran textil de la Gracia Barrios que se iba a la Bienal de Arte de Berlín. También es muy emocionante trabajar con esas cosas, fueron de la época en que estuve en la UNCTAD, donde fuimos al casino con mi marido, conocimos a esa gente que estaba trabajando. Eso sí que era por amor al arte, comprometidos hasta el tuétano en sacarlo adelante.

Junto con eso, por supuesto la colección de arpilleras que es otra manifestación textil que ha sido una cosa increíble, hay tantas y tantas. Uno sabía de las arpilleras y la Vicaría de la Solidaridad, porque además trabajé allí cuando llegamos de vuelta a Chile, pero nunca pensé que había tantas y en diferentes colecciones además.Maravilloso recuperar las obras.

¿Desde el Estado se le da valor a la defensa de lo textil, se valora?

Yo creo que hay una idea de que está bien decir que cuidas el patrimonio, pero para cuidar el patrimonio no solo necesitas una infraestructura, sino que además muchos millones para poder mantener las cosas a través de los años que van pasando, porque como decíamos antes, es una lucha contra el tiempo, es un esfuerzo y un trabajo permanente. Yo creo que no hay una consciencia de lo permanente que tiene que ser.

¿Qué papel juegan las comunidades en la defensa del patrimonio precolombino?

Hablando de los vestigios, a las comunidades también hay que capacitarlas para que puedan resguardar su patrimonio. No porque sean de los pueblos originarios van a nacer sabiendo cómo se conservan. Tienen que tener además de la capacitación, un sueldo para estar ahí. Por ejemplo, para resguardar el Valle de la Luna y protegerlo de personas que llegan en moto y destruyen todo, deben tener un sueldo para dejar de hacer otras actividades, como el pastoreo, por ejemplo. Si hay menos pastoreo, hay menos animales, si hay menos animales hay menos lana, etc., etc.

Desafíos del Estado

 Yo creo que primero tiene que tiene que ponerse de acuerdo la gente que trabaja en esto, porque o si no es  un poco como chutearle la pelota al gobierno y al Estado sin que nosotros sepamos realmente qué queremos y ponernos de acuerdo, cuáles son las prioridades. Pero, la verdad es que hemos avanzado bastante desde hace 20 años atrás, pero la burocracia desmotiva a cualquiera, hay que simplificar la cantidad de papeleo, permisos.

En comparación con Bolivia o Perú, ¿cómo estamos en la defensa de los vestigios precolombinos y las culturas ancestrales?

Ellos tienen una cantidad de tesoros increíbles  y están más apropiados de su propia cultura, en este país nos cuesta, no es como algo cotidiano. Yo estuve en Perú antes de irnos a Polonia y te das cuenta de que la cultura está en la vida diaria de la gente, así como en México. La cultura viva que se vive todos los días y aquí es una cosa como de academia, de museos, de universidades. Además con lo discriminatorio que somos tampoco nadie le pone mucho interés para que esto se divulgue más. Yo creo que los niños ahora conocen un poco más, me acordé de mis nietas y quizás es porque estaban en un colegio más consciente, pero desde chicas saben quiénes son los mapuche, los aymara, los pacuense. Yo me recuerdo que de chica nunca supe jamás en la vida nada de eso.

 

Gabriela Pazos Periodista gabapazos@gmail.com