Zulema Seguel fue pionera en Chile al abrir nuevos caminos. No solo por ser una de las primeras antropólogas y arqueólogas del país, sino por ser la fundadora y primera directora del Instituto de Antropología de la Universidad de Concepción en 1964. Apuesta que solo fue posible lograr gracias a su tenaz persistencia y compromiso con el saber. Hoy día, a más de cinco décadas de ese hito histórico para el país, ve otro de sus sueños hecho realidad: la creación de un Museo en Quirihue, su ciudad natal.
Venirse de provincia a Santiago a mediados del siglo pasado era una decisión valiente, pero Zulema tenía el convencimiento de lo que la apasionaba: el estudio de la prehistoria, lo que encontró en la carrera de historia en el Pedagógico. A poco andar debió partir por motivos personales fuera de Chile, viajando por gran parte de América Latina, Europa y Norte de África. Finalmente se asentó en un pueblo pequeño de Francia y luego en París, donde retomó sus estudios por la vía de la formación antropológica y arqueológica. En eso estaba, cuando recibió una llamada de su país natal. Era el rector de la Universidad de Concepción, mencionándole su intención de hacer un centro de investigación arqueológico para la zona y requería de su apoyo.
Habían pasado veinte años de haber emigrado y tengo entendido que estaba haciendo un doctorado en Francia ¿cómo fue regresar a Chile con este desafío?
En aquel entonces no existía en el país la carrera de antropología ni de arqueología, por lo que acepté el desafío y estuve trabajando en la Universidad de Concepción desde el año 64 hasta el 76. Hablamos de la primera carrera de la licenciatura de antropología en Chile y fue gracias al auspicio de este rector. Ni siquiera existía en la Universidad de Chile. En el segundo semestre del 64 y en el año 65 ya aceptamos alumnos y se abrió la carrera. Se formó un equipo de investigadores en la zona interdisciplinario.
¿Regresó nuevamente a Europa?
Volví a terminar el doctorado, pero también hice otras cosas, me fui a la Isla de pascua por tres años, ahí hice clases en el único liceo que había de francés y ciencias sociales, aparte de estudiar un poco. Presenté unas ponencias al Congreso sobre la educación en la isla, diciendo que había que ocuparse de la educación de otra manera, pero por supuesto nadie me escuchó, ni se hizo nada. Era el año 1987.
¿Pudo llevar en la práctica alguna transformación en la docencia, según su experiencia de Isla de Pascua?
Seguí con investigaciones por mi cuenta y había conectado la antropología, la arqueología y la prehistoria con la docencia para la formación de profesores. Después de Pascua gané un curso en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación y ahí se creó un departamento para incorporar la socio antropología en la carrera de transformación de maestros, ahí me vine a trabajar a Santiago y me jubilé.
Y en la actualidad ¿qué representa la creación del Museo de Quirigue, su ciudad natal?, usted hizo una importante donación para su realización.
El museo se creó en 2017 y se inauguró recién en mayo pasado. Lo de Quirihue es algo absolutamente personal, es algo de cariño y de amor por la tierra. Yo doné lo que pude rescatar, porque perdí muchas cosas viajando, otras estaban donde mi madre, quien tenía un campito y donde había llevado mis cajas; mis baúles se perdieron en Conce con tanto traslado, algo rescaté, un poquito de todo, no todo es precolombino. Tenía algo de prehispánico y muchas cosas que yo habían rescatado en la investigación del área costera. Yo le di el carácter de museo antropológico, no específico, sino un museo general, donde puede caber cualquier cosa bajo el titulo de antropología, que es el estudio del hombre en general y de todo lo que puede hacer.
¿Cuál es la importancia de este museo en una ciudad como Quirigue?
Es una herramienta didáctica para las escuelas del área, porque no solamente Quirigue tiene liceo bicentenario, también tiene escuelas rurales y en la ciudad, entonces más que nada es para la gente joven. Una especie de clase didáctica y cultural para introducir el concepto. Un museo más que nada, como apoyo a la educación formal y eso está funcionando.
¿Cómo se gestó la idea?
La idea del museo nació primero porque hubo un alcalde, que antes del golpe militar había sido diputado, que tuvo la idea. Cuando me lo contó, yo me lo propuse, más que nada fue una cosa personal, cateté, en provincia las las autoridades son más lentas para actuar, pero yo dale que dale. Primero le había ofrecido el proyecto de un museo al alcalde de Chillán, pero los políticos tienen otras cosas en la mente, siendo que en Chillán no hay un museo estructurado. Primero les había dado la idea de ponerlo en el Museo de Ohiggins que es inmenso, pero nada.
Fue entonces, 40 años después de la idea original de tener un museo en Quirigue, que se concretó. Se arrendó con el acuerdo del alcalde de Quirigue y el concejo, una casa muy bien situada en plena plaza. Hoy está teniendo una función de difusión cultural donde se protege desde el patrimonio natural, al patrimonio concreto, como la artesanía, los chupalleros, las cerámicas locales, hacemos exposiciones permanentemente, también se rescata lo intangible, las leyendas, los mitos, todo lo de la zona.
Yo ayudé a recolectar cosas, a darle valor a las artesanías locales, a las costumbres campesinas, a la cultura rural, a las semillas meterle en la cabeza a los niños que toda la parte agraria actual es un sincretismo de lo europeo y lo originario. La gente cree que siempre existió el pan, la tortilla, los españoles trajeron el trigo, aquí era el maíz, la quinoa, entonces esa forma de enseñar la historia es muy añeja y muy distorsionada. Eso es lo que queremos recuperar en el fondo.
Ahora es un archivo donde la gente puede ir a investigar, la Violeta Parra estuvo en Quirihue varios meses recolectando cosas. Las leyendas, el folclores, la música, eso está muy vivo allá.
¿Qué culturas están presentes en esa zona?
Es que nunca se ha hecho nada (de investigaciones) ahí, tampoco en el sur. Yo estaba haciendo una excavación muy importante, más reconocida fuera de Chile que aquí, pero lamentablemente no se siguió esa línea de investigación. Se trabajaba en la Bahía de Concepción y Arauco, en la isla de Quiriquina y las caletas de ahí. Eran unas excavaciones de culturas marinas muy antiguas, más que lo precolombino. Siempre la gente piensa en lo precolombino y lo inca, pero eso es lo más reciente para nosotros. Antes de eso había una mezcla de culturas tanto en el valle como en la costa. Logramos fechar algunos sitios arqueológicos de 3000 4000 años AC. Con la Dictadura eso desapareció, las investigaciones y no se han retomado.
Ha sido todo un acontecimiento el museo
La gente ha recibido muy contenta al museo, éste ha logrado ser un puente, no solamente con los alumnos, sino que incluso llegan misiones del norte, de Chillán, o más al norte. El otro día me encontré con un grupo de alumnos de cerca de Linares. Y ahora que hay gente interesada en la parte turística, como Cobquecura y alrededores, entonces está combinándose todo eso con el cuidado del patrimonio natural.
Recientemente le hicieron un reconocimiento ¿cómo se sintió con eso?
La Universidad de Concepción cumplió 100 años y me llamaron para un homenaje, me recordaron como la impulsora de la primera carrera de antropología en Chile, pero a mí lo que más me dolió fue que me exoneraran en la Dictadura, sobre todo porque la investigación quedó parada, nunca volví porque hubo problemas, no hubo plata, después la carrera estaba cerrada, más tarde no me llamaron y yo tampoco hice nada.
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