“Estamos viendo cómo resguardar nuestros vestigios, porque en cada paso que uno va hay patrimonio, sitios arqueológicos”
Perteneciente a la localidad de Ancuaque, comuna de Colchane (Tarapacá), Angélica es artesana y hace cerca de tres años empezó a involucrarse activamente como dirigenta de la comunidad, lo que la ha llevado a aprender la dinámica que están viviendo hoy día como etnia. Su mayor desafío es que tanto la juventud como las personas mayores se vuelvan a encontrar con su cultura, que valoren lo que tienen y retornen al territorio y a todos los espacios de los abuelos, que hoy solo “están descansando”, no botados, como dicen los gobernantes y empresas que buscan permanentemente instalarse en la zona. Actualmente son pocas las personas que transitan en el territorio y quienes más lo hacen son aquellos que intentan impulsar -como Angélica- proyectos de mejora y de desarrollo para su pueblo. Creó para ello la Casa de Saberes Ancestrales, que habilitó el año pasado con un proyecto Conadi (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena), cobijando un valioso material para la etnia y la comunidad.
¿Cómo ha sido tu relación con la comunidad aymara a la que perteneces?
Mis papas transhumaban desde la cordillera por la precordillera a la costa y viceversa, pero después ellos migraron hacia la precordillera –donde yo me crié- buscando nuevos horizontes y formar su familia, porque en la cordillera hubo un tiempo de mucha sequía y las siembras fueron afectadas. Nos adaptamos, pero en la precordillera hay mucha pérdida de identidad, además del tema de la religión por parte de mi padre, en que todas las costumbres y tradiciones aymaras eran satanizadas, no así por parte de mi mamá, quien en los espacios que ella podía, siempre trató de fortalecernos en nuestra identidad, con la lengua. No la aprendimos totalmente, pero si sabemos bastantes palabras.
¿Cuál es la situación de las comunidades aymara en la actualidad?
En estos últimos años yo he ido investigando, fortaleciéndome de todo el saber, de la historia de lo que pasó con nuestro pueblo con la “chilenización”, cuando en la cordillera se le prohibió a los profesores y a los carabineros hablar la lengua, la violencia de esa historia que no está contada prácticamente. Hoy nos encontramos en ese proceso de encontrar nuestra cultura, nuestra lengua.
¿Cuál ha sido su proceso de empoderamiento para pretender recuperar su cultura, revalorándola?
Una, es por el tema de las empresas extractivistas que se acercan cada vez más a nuestros territorios, y por otro, nos damos cuenta con la pandemia o cualquier enfermedad, que lo que estamos defendiendo los pueblos originarios, es la biodiversidad, el agua y todo lo que va a dar vida para una continuidad, porque las grandes empresas vienen y te ofrecen plata para hoy día, pero mañana qué va a pasar con nuestros territorios. Es la muerte de los pueblos originarios y muchas de las personas que son de la ciudad no lo entienden de esa manera, que al final estamos también defendiendo su vida, porque si se nos acaba el agua, ellos tampoco la van a tener y ¿dónde nace el agua?, en la cordillera, donde están los glaciares, donde se dan las lluvias que desde allá vienen hacia la costa. De eso estamos tomando conciencia, porque en los años sesenta las personas, mis hermanos, empezaron a darle importancia al estudio, a venir a educarse a la ciudad, y ahí fue que se despoblaron muchos de los pueblos.
Algunos pudieron estudiar y otros tuvieron que retornar por la discriminación fuerte que había y que algunos no pudieron resistir. Otros se quedaron en la ciudad, estudiaron la enseñanza media, fueron a la universidad, formaron sus familias, empezaron a trabajar en los servicios públicos, en las mineras y ya no tuvieron ese retorno hacia su sector de origen. En mi situación, pasó lo mismo. Me viene a la ciudad a estudiar y después a trabajar, pero hoy en día tengo la consciencia y hago este retorno porque me digo qué le voy a dejar a mis hijos, tengo que defender, tengo que estar allá, crear una vida sustentable, que me permita estar más en el territorio y no dependa tanto de la ciudad.
¿Cuáles son los mayores desafíos para mantener la cultura y la biodiversidad de estos territorios?
Hoy en día el territorio en general en Tarapacá está concesionado, y no se sabe cuándo van a empezar las exploraciones, si será en 5 o 10 años más, quizás en la generación de mi hija, pero ante eso nosotros tenemos que empezar a movernos dentro del territorio que está ahí, que no está botado como dicen algunas personas, está “descansando”, esperando a que nosotros retornemos. En ese proceso nos encontramos hoy en día con nuestra comunidad, haciendo uso del territorio.
Siempre ha estado la ganadería y la agricultura que son grandes ejes de desarrollo y también hoy en día estamos viendo que se suma el tema del turismo. Todas las actividades se entrelazan, todas dependen una de la otra. Y esa es la manera también en que últimamente nos hemos encontrado, fortaleciendo el desarrollo del turismo y las personas se han ido sumando, han ido creando identidad, donde nosotros queremos mostrar ciertos espacios de nuestra cultura. Tampoco podemos mostrar todo, la gente nos viene a ver como aymara, no porque somos simpáticos, sino por nuestra cultura, porque quieren compartir ese espacio.
¿Cómo han podido lidiar con el tema del agua que es sobreexplotado por las mineras, qué están haciendo?
Con el Código de Aguas cuando separaron la propiedad de la tierra y del agua igual se transformó en un conflicto para nosotros, porque en este espacio no están las mineras en sí, pero están hacia el otro lado, y cómo extraen las aguas subterráneas, igual nos afecta a todos, especialmente en nuestro sector, donde se ha visto la pérdida de agua en los bofedales y la merma en algunos caudales.
Es un tema que tenemos que ir concientizando, porque muchas veces las personas de nuestra comunidad no le toman el interés o de otras comunidades, como el sector de Cariquima. Cuesta crear conciencia en todas las personas, seríamos muchos más. Actualmente hay puras concesiones y estaban pidiendo la exploración en el sector de Ancovinto, pero la comunidad se ha hecho presente y ha estado luchando contra esta minera del litio (Litium Chile) que quería explotar ahí. Actualmente estamos tratando de educarnos en el tema, en las leyes, porque igual es un tema complejo que uno no conoce y muchas veces se consigue un asesor, pero no hacen el trabajo como corresponde, ya que a veces son las mismas mineras las que pagan a estas personas para que no nos asesoren bien. Es un tema difícil, las confianzas también.
En términos de defensa del patrimonio ¿qué es lo que más mantienen como tradición que les ha permitido mantener su cosmovisión?
En nuestro territorio se siguen teniendo las costumbres tradicionales que son principalmente el carnaval, el floreo de llamas, la siembra de quinoa, el bañado y marcación de ganado, cada una ligada a la música y el baile, cada una tiene un sentido, un propósito. Quizás los floreos de llamas han disminuido un poco porque ya no están criando las personas que tenían tropas de llamas, pero igual sigue. Eso por un lado, y yo como mujer aymara, mi aporte en ese sentido es crear este espacio que se llama Casa de Saberes Ancestrales que habilité el año pasado con un proyecto Conadi. Ahora inicialmente está pensado en sombreros y música que tiene que ver con la bandola andina de don Abel Mamani, quien ha tenido esta expresión cultural. Vamos a empezar a hacer talleres, con gastronomía aymara, con las danzas, con la música, la alfarería y un sin fin de actividades.
¿Sientes que hay una mayor valorización de su cultura por parte de la ciudadanía en general, se sienten escuchados?
Ha costado bastante, pero se ha avanzado. Hay algunas personas que todavía no entienden nuestra forma de vivir, de organizarnos, nuestra dinámica comunitaria que tenemos en el territorio. En el caso de las personas que van de tour operadores, por ejemplo, les decimos que esos son terrenos privados y no entienden, para ellos es transitar por donde quieran y en la cordillera, en los territorios aymaras, no es así, tiene que haber un consentimiento y un diálogo con las comunidades. No así con otras personas, hemos avanzado bastante visibilizándonos con nuestras tradiciones, con nuestra artesanía, con todas las expresiones culturales. También por las actividades que estamos haciendo, por ejemplo, yo me gané el premio de artesanía indígena el año pasado y eso me ha servido para mostrar mi trabajo.
¿Cómo es su relación con los vestigios arqueológicos en la cordillera y precordillera?, ¿quedan aún?
Sí, hay bastantes. En ese proceso nos encontramos también, porque se han hecho estudios por parte de universidades y Conadi, pero no se han levantado desde las bases como comunidad, porque muchas veces esa información que extraen no es bien utilizada. Debiera ser una información de las comunidades y no pública para las empresas. Anda a saber cuánto cobran por entregar esa información. Eso es lo que ha sucedido, hoy en día nos encontramos trabajando en este tema, de cómo lo podríamos hacer nosotros para resguardar, porque en cada paso que uno va hay patrimonio, hay sitios arqueológicos que tenemos que resguardar.
¿Y cuál es la respuesta por parte del Estado?, ¿posibilidades de obtener recursos o asesoría para acceder a esa información para las comunidades?
Principalmente está la falta de recursos, porque estos estudios antropológicos, arqueológicos son muy caros y muchas veces el Estado te impone estudios que los hacen a su manera, no son participativos y no son los que queremos. Nos dicen que si los rechazamos anda a saber cuándo habrá dinero para invertir en esto y muchas veces hay proyectos que si no te va bien, tienes que esperar al otro año. En general los proyectos que vienen de cultura son postulables, pero tampoco te garantizan que te los vayas a ganar o a hacer un trabajo terminado con eso, porque estos fondos no son muchos y los estudios son bien caros. La comunidad no cuenta con este dinero, hay que contratar un equipo de profesionales que sean también de nuestra confianza, no que venga una universidad y quizás el fin de ellos es cumplir con su trabajo, ganarse sus lucas y ya.
Se sienten abandonados por parte del Estado en cuanto a destinar recursos para poder proteger sus vestigios y cultura precolombina
Si, y en ese sentido nos van a decir que sí se asignaron recursos, pero no como nosotros queríamos, no es participativo, no es lo que nosotros queríamos proteger y así en varios proyectos. Llegan proyectos principalmente por parte de Conadi, pero tampoco te dan posibilidades para poder cambiar ciertos ítems. Por ejemplo, que no haya tanto impacto en las construcciones, no lo permiten. Entonces en ese sentido, nos sentimos abandonados, no se integra a las comunidades, no se escucha, puedes mandar cartas, hacer reclamos, pero al final no lo toman en cuenta.
¿Ven otras posibilidades de recursos para sus proyectos fuera de los gobiernos de turno que parecen no comprender cómo trabajar en conjunto con y para las comunidades?.
Estamos evaluando que vamos a hacer en el futuro. Por ahora estamos trabajando el tema de Chile Indígena, que es un programa de gobierno. El año pasado empezó muy tarde y ahora por la pandemia íbamos a trabajar recién ahora. Habíamos pedido según nuestras necesidades, porque se arma una mesa del sector territorial y solicitamos un estudio antropológico, pero este año con el contexto no se puede hacer porque tiene que ser participativo.
Este año los recursos asignados son mínimos, son mucho menos y no nos alcanza para nada, somos comunidades, no somos personas individuales. Nos destinaron 8 millones como comunidad y qué hacemos con eso. En cambio, están designando para el estudio de la Universidad de Tarapacá, como 150 millones para hacer un advenimiento de los limites, o algo así, lo que encuentro súper incoherente.
¿Cuántas comunidades aymaras existen hoy día, tienen instancias de coordinación?
En Colchane son dos sectores que son llamados ayllu, en Isluga hay más de 20 comunidades y en Cariquima hay 9. En este programa que trabajamos con Chile Indígena somos 8 comunidades, 3 de Isluga y 5 del sector de Cariquima. Estamos trabajando de forma unida y dejamos una parte de este proyecto que queríamos hacer para protección para el próximo año, pero va a depender de cuántos recursos sean asignados, pero si es lo mismo no podremos, ya que no son baratos los profesionales.
¿Cómo visibilizar más la problemática y realidad del pueblo aymara, cuando vemos que solo aparecen las etnias en los medios de comunicación cuando hay movilizaciones significativas, como sucede hoy, por ejemplo, con el pueblo mapuche?
Nosotros lo que queremos principalmente es el respeto hacia nuestras comunidades. No sé si visibilizarnos más ayuda a eso, porque el hecho de que los hermanos mapuche se conozcan tanto por las redes sociales, etc. no ayuda, se muestran sus demandas, pero no se cumplen y muchas veces tienen que hacer esto de la huelga de hambre y aún así no consiguen nada. No sé que pesa más, si hacerse visible o conseguir ciertos derechos que se cumplan. En ese sentido, con la consulta indígena el año pasado, pudimos hacernos presente y reclamar lo que nos estaba imponiendo el Estado. En realidad tenemos que capacitarnos más nosotros como pueblos originarios, en lo que tenga que ver con leyes y la ley indígena para proteger nuestros derechos y crear conciencia en cada uno de nuestros hermanos y hermanas de que debemos estar en la lucha y defender nuestros territorio y no porque venga una minera tenemos que negociar o una empresa del litio y prácticamente entregarnos. Hay que crear conciencia porque muchas veces nuestros mismos hermanos tienden a pensar que como ya no están en el territorio ya no van a volver y les da lo mismo lo que se haga, que se venda, que se lucre y ese pensar individualmente es lo que nos tiene divididos en las comunidades, de no pensar en el mañana, en nuestros hijos, en nuestros descendientes, que tenemos que seguir perdurando.
Somos preexistentes en el territorio y no podemos llegar e irnos con lo que nos ofrece el Estado, entregarnos fácilmente y decir que está todo perdido. Se ha dado esta pelea en varios sectores, en Chumiza vimos que estuvo fuertemente el tema del agua, duró varios años y son gastos que se hacen, pero duró la lucha y son un ejemplo que está ahí que se puede hacer.
Quizás que no se ha visto mucho pronunciamiento de nuestro sector, no estamos mucho como los mapuche en las redes sociales, nuestras comunidades también han sido más pasivas y los mapuche son hermanos más guerreros, más radicales, que están dispuestos a dar la vida. Así ha sido históricamente. Son distintas realidades también.
Les queda autoeducarse para poder lidiar con el Estado que los obliga a enfrentarse con herramientas legales, muy ajenas a los tiempos y diálogos de las comunidades.
Pero igual nunca se da de igual a igual, el territorio no tiene asesores, y si tuviera, tiene que pagarlos, en cambio en el Estado un diputado, un senador tendrá detrás como 10 asesores. No discutimos en igualdad de condiciones.
¿Ceguera en no entender que está todo interrelacionado, que todo nos afecta, la pérdida de biodiversidad y de las culturas, nos pone en riesgo frente al futuro?
Yo como mujer aymara hago un llamado principalmente a la juventud, para que se involucre en todas estas demandas que tenemos como territorio, como pueblos originarios, que se eduquen, tomen conciencia. Nosotros tenemos bastantes profesionales pero no ponen sus saberes al servicio de las comunidades, sino para su uso personal individual y no en lo colectivo. Eso sería bastante beneficioso para las comunidades como territorio. Eso por un lado, y yo como Angélica voy a seguir con mi aporte en la parte cultural de nuestro territorio como aymara, que es tan diferente en las expresiones a través de la danza, la música, la artesanía, textilería. Quizás no voy a ser una vocera, pero cada uno tiene su rol, cada uno tiene su espacio desde donde defiende, donde incide, estoy consciente de aquello. El político deberá hacerlo desde su sector, igual que el dirigente, cada uno teniendo un pensamiento colectivo beneficioso para todos. Como aymaras, como pueblos originarios y también hacia los demás, porque al final estamos defendiendo la vida, la biodiversidad para nosotros y para todos en general.
A crear conciencia, ir incentivando, ir involucrando a las nuevas generaciones para que no sea un camino que tengan que aprenderlo, sino que sea algo natural, que ellos nazcan con esta conciencia más humana de colaboración. Y eso es lo que yo por lo menos me encuentro haciendo desde mi espacio con mi hija, así vamos a seguir existiendo y como aymara vamos a seguir subsistiendo. Ese llamado es a todos, así es que HALLALLA! Un saludo grande a todos.
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Gabriela Pazos Periodista gabapazos@gmail.com