
Si la historia oficial deja en las sombras la contribución de las mujeres en el desarrollo del país, a nivel regional prácticamente está invisibilizado el aporte femenino en el territorio que hoy conocemos como Región de Los Lagos. Un símbolo son los nombres de las calles de pueblos y ciudades que en su gran mayoría rinden homenaje a personajes masculinos, aunque el territorio también fue moldeada por la tenacidad de diversas mujeres que en diferentes ámbitos desafiaron a su tiempo, contribuyendo a forjar la región, aunque desgraciadamente en la mayoría de los casos quedaron sumergidas en el enorme anonimato femenino de la historia.
La memoria regional tiene también que destacar a mujeres cuyo legado invisible todavía repercute en la vida del sur austral de Chile. Desde las cazadoras recolectoras que recorrían un territorio todavía glaciar, a las caoneras chonas, a las mujeres williches que ayudaron a domesticar Chiloé, además de las mujeres chilotas y a las colonizadoras de la región, algunas de ellas pioneras en sus áreas de trabajo.
Durante el Pleistoceno, hace más de 15.000 años atrás, los sitios arqueológicos de Monte Verde y Pilauco muestran evidencias de sociedades conectadas profundamente con su entorno. Estudios sugieren que la caza era una actividad que involucraba a toda la comunidad, por cuanto durante este periodo, conocido también como la Edad del Hielo, la caza de megafauna era un objetivo literalmente enorme, que requería la colaboración de todos.
En la sociedad canoera de los chonos, estudios señalan que las mujeres se sumergían en las gélidas aguas de los canales para recolectar mariscos, erizos y centollas. También existen crónicas históricas que describen a mujeres remando y conduciendo las dalcas, mientras el hombre iba en la proa con el arpón atento a la presa.
Aunque como pueblo los chonos desaparecieron, sus conocimientos fueron transmitidos a los williches, en una transición cultural que posteriormente llevó a los grupos humanos de la isla de Chiloé a complementar la caza, la pesca y la recolección con la agricultura.
A partir de esta actividad, nacen las huertas que pueblan el Archipiélago de Chiloé donde la mujer huilliche y posteriormente la mujer chilota, no solo cultivan sino también intercambian semillas para la producción de hortalizas, bayas y plantas medicinales, destacando entre estos recursos vegetales las diferentes variedades de papas, base de la cultura chilota.

De entre las escasas referencias históricas de la labor de las mujeres, destaca la fundación en Osorno de uno de los primeros monasterios de monjas creado en Chile, el Monasterio de la Buena Enseñanza, comúnmente conocido como de las Isabelas. El Monasterio se fundó en agosto de 1571 durante la conquista, y su “nombre vulgar de las Isabelas nació del hecho de haberse reunido tres señoras de ese nombre: doña Isabel de Landa, doña Isabel de Palencia y doña Isabel de Jesús”. (Cervantesvirtual.com)
Aunque inicialmente se reunieron para llevar una vida de aislamiento, posteriormente se les reconoció el carácter de congregación. Sin embargo irónicamente fueron lideradas por un hombre, al ser nombrado un sacerdote como director espiritual, en rigor una costumbre propia de la época.
También durante la conquista, destaca Inés de Bazán, quien bajo la ocupación de Castro por el corsario holandés Baltazar de Cordes, en 1600, ayudó a sabotear el armamento de los holandeses, además de entregar información a las fuerzas españolas. También se registra la labor de resistencia de Elvira Cabezas durante este hecho histórico, que lamentablemente termina con ambas mujeres torturadas por los piratas holandeses.
Aunque a Inés de Bazán, la historia la tiene casi olvidada, Vicuña Mackenna la recuerda, señalando que el “pérfido corsario holandés, que traicioneramente se apoderó de Castro, completó, sin quererlo, el terceto de heroínas de Chile colonial que llevaron igual nombre: Inés de Suárez, Inés de Aguilera e Inés de Bazán”.

Detalle de una imagen idealizada de Inés de Bazán, publicada por la revista El Cabrito, publicación destinada a estudiantes y editada durante la década de 1950.
Como parte de la mitología de Chiloé, destaca el personaje de la machi Chilpilla, considerada como la matriarca fundadora de la brujería chilota. De acuerdo a la historia mítica no oficial, Chilpilla provenía cerca de Dalcahue y habría vivido a finales del siglo XVIII. A diferencia de la imagen de las brujas malvadas, ella es recordada como una mujer de conocimientos profundos al servicio de las comunidades, y por ello representa la resistencia y supervivencia de los saberes ancestrales frente al poder de los conquistadores.

Nuevamente desde Chiloé emerge una de las voces más potentes en la lucha por los derechos de la mujer en Chile, Eulogia Bórquez Pérez (1888-1959). Nació el 3 de febrero en Quellón Viejo, fue profesora en su ciudad natal y además fue una de las primeras feministas y sufragistas de la región y el país. En la década de 1930, fundó el Comité Pro-Derechos de la Mujer de Ancud, integrándose activamente en el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH). Su trabajo incansable fue vital para lograr el derecho a voto, un hito que solo se alcanzaría décadas después, en 1949.

Eulogia Bórquez Pérez. Detalle de imagen histórica extraída desde © Facebook/HistoriasdeQuellon
A pesar de la abundante documentación relativa a los colonos alemanes del sur de Chile, prácticamente no hay referencias a los roles de las mujeres que arriban en los primeros grupos, y que enfrentan un ambiente tan distinto a su país de origen. En el estudio “Del Epistolario de los Colonos Alemanes en Chile” (Tapia, 2009), la autora señala que si bien los emigrantes europeos expresan satisfacción por estar en Chile, no dejan de sentir nostalgia por Alemania esperando los escasos barcos que les traen alguna correspondencia. Quienes mejor expresan estos sentimientos son las mujeres: “con el tiempo todo aquí va a ser mejor” –escribe Pauline Metzdorff en 1852– “y entonces se cumplirá mi deseo más profundo de que usted, querida mamá, vea por sí misma cómo estamos y se convenza de que no tenemos que arrepentirnos del paso dado.”
Desde el arte, destaca la obra de Elsa Martin Schadow, pintora nacida en Puerto Montt, considerada una de las primeras mujeres artistas del sur de Chile. Su obra se centró en el paisaje y la vida cotidiana especialmente de la provincia de Llanquihue, cultivando un estilo sobrio.
Nació en 1872 en Puerto Montt (entonces Melipulli), como hija de colonos alemanes que llegaron durante el proceso de colonización de la región. Ya adulta, estudió en la Escuela de Arte de Berlín, donde perfeccionó su técnica y su estilo marcado por la sobriedad. Posteriormente regresó a Chile plasmando en sus obras los paisajes que la habían marcado desde su infancia.
El pintor puertomontino Luis Rojas Quijada, escribió que a través de sus óleos y acuarelas, entrega un vivo retrato “de nuestro paisaje, de una manera descriptiva, casi como una cronista, y podemos a través de ellos descubrir hoy, paso a paso, los cambios que experimentó y sigue sufriendo nuestra ciudad y sus alrededores. Tanto sus atardeceres en el Lago Llanquihue como los paisajes del Seno de Reloncaví – los que pintara, tantas veces – muestran un bello trabajo de composición y perspectivas de color, entregándonos además una atmósfera diáfana y limpia como han sido y son los aires de nuestro contorno.” (El Heraldo Austral. 2022)

Elsa Martin Schadow. Captura de pantalla desde video Elsa Martin, la pionera de la plástica del sur de Chile!© Casa del Arte Diego Rivera Puerto Montt
En el ámbito de la educación destaca la labor de Leonila Águila, primera directora del Liceo de Niñas de Puerto Montt, siendo este el primer establecimiento de su clase fundado en 1909 en la ciudad. El Liceo comenzó a funcionar bajo la dirección de la profesora Águila, quien había obtenido su título como normalista en 1898, aunque también poseía el título de profesora de Ciencias Físicas y Naturales en el Instituto Pedagógico. De acuerdo a la investigadora Carola Sepúlveda, en esos años, ser directora de liceo femenino correspondía “al más alto puesto para una mujer”.
En el siglo pasado es apreciable la labor social y política, de la escritora nacida en Puerto Montt como Rosa Miranda Tijeras, aunque firmó sus obras como Rosa de Amarante, utilizando el apellido de su esposo para crear un pseudónimo que le parecía “artístico”. Aunque nació en Puerto Montt, llegó a vivir a Punta Arenas, ciudad donde transcurre su vida adulta y falleciendo en 1999. Durante la década del 1920, escribía para el periódico feminista Nosotras, editado en Valparaíso, artículos sobre la emancipación femenina, política y la denominada cuestión social de la época.
De acuerdo a información biográfica del Museo de Magallanes, sus estudios los finalizó en la Escuela Nocturna Popular y en 1924, ingresó a trabajar como cajista en el vespertino “El Magallanes” como una forma de obtener ingresos sin necesidad de depender de su marido, lo que le permitió desempeñar diversas actividades en las áreas del deporte, la cultura, la literatura y la política. (Museodemagallanes.gob.cl)

Rosa de Amarante, publicado por el © Museo de Magallanes
A pesar que hay mucho por hacer en rescatar el legado de las mujeres en la región, actualmente existe conciencia de que la sociedad es construida por todos y todas. Desde esa perspectiva el Municipio de Futaleufú realizó en marzo de este año, un homenaje póstumo a las mujeres que “con su esfuerzo y dedicación, han sido guardianas de nuestra identidad y pilares del desarrollo de Futaleufú”.
Las recordadas pioneras son Berta Flores Olivares (1931-2021), la primera matrona de Futaleufú, quién se desempeñó durante 14 años en el área de obstetricia. Además de su especialidad, fue la encargada de realizar controles, vacunaciones y otras prestaciones de salud, siendo por mucho tiempo la única funcionaria de la posta. Tomasa Vallejos Escobar (1916-2018), pionera en transporte de pasajeros, a quienes trasladaba en un carro tirado por caballos, muchos de ellos pasajeros que se dirigían a Argentina a realizar compras y vender sus productos. Georgina Cereceda González (1929-2023), fundadora del primer centro de madres de Futaleufú, una dirigente social se destacó por su compromiso con su comunidad, quién también se desempeñó como oficial civil.

Fotografías de pendones producidos por la © Municipalidad de Futaleufú
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