
El 9 de diciembre visitamos a Pamela en su oficina de Directora del Museo Histórico Juan Pablo II – MuPA, en la renovada y hermosa costanera de Puerto Montt. Amable, contenta, muy ocupada porque además es docente tesista, y participa en diversos estudios, es generosa con su tiempo y con compartir su larga experiencia en el mundo de la museología. Nos recibe contenta porque viene de participar en un evento de dendocronología, para datar las iglesias chilotas de acuerdo a la edad biológica de su madera, y de la Fiesta Urbana de las Artes, celebrada el sábado recién pasado en su 15ª versión y de la cual el museo aún guarda muñecos gigantes y otros elementos del carnaval. Además, ha trabajado 20 años en el proyecto de conservación de la Casa Pauly, proyecto del cual es Directora Ejecutiva.
Ella se presenta como Pamela Urtubia, de 49 años, separada y madre de 3 hijas: Milia de 20 años, Teresa de 17 y Ana de 13; es oriunda de San Felipe y Antropóloga de la Universidad Austral, lo que la conectó para siempre con el sur de Chile. Viven en Puerto Montt desde el 2002.
El sur le permitió descubrir perspectivas distintas del mundo, aparece el mar, el clima, el ritmo. En su camino formativo se va nutriendo además, de la arqueología, que no es solo el estudio de objetos antiguos, sino que “el pasado habla”. Pronto comenzó trabajar en temas de museos, teniendo entre sus guías a destacadas figuras en el mundo del patrimonio y la museología del país, como Anne Marijke Van Meurs, Directora del Museo Regional de Ancud y a Leonor Adan, Doctora en Historia con mención en Etnohistoria, por varios años a cargo de la Dirección Museológica de la Universidad Austral. Pamela realiza su tesis sobre los museos de Chiloé y posteriormente un post grado en museología en la Universidad de Chile.
Posteriormente suscribe un programa de la Subdirección de Museos de la DIBAM que fue clave en su vida, pues por una parte le enseñó la importancia de la inversión pública, del rol de la autoridad, de la academia y de la comunidad en la visibilización del patrimonio, así como la necesidad de un discurso colectivo tanto como de profesionalización de gestores culturales, porque es el reconocimiento de nuestro patrimonio cultural lo que permite la construcción de identidad e incluso la cohesión social. Por otra parte, termina ligada indisolublemente al mundo de los museos.
Su experiencia con el rol de la mujer en la cultura viva, le ha mostrado que las mujeres entre los 20 y los 40 años deben definir qué y cómo quieren ser, qué elegir de los patrones que la sociedad les permite, enfrentándose a estructuras rígidas. Y las mujeres ya están siendo consideradas desde su complejidad, validadas desde la práctica. Hoy las mujeres pueden estar cansadas, pero felices, y “es mejor acostarse cansada que aburrida”.
En cultura hay mucho que hacer y la mujer al posicionarse desde un ángulo distinto, tiene mucho que entregar, analiza desde lo macro más que lo micro, lo que le permite capturar más, anteponiéndose a los hechos. Se fija en los detalles y está conectada a realidades diversas “las mujeres somos solucionadoras de problemas”, y por nuestra carga social, simplemente “no tenemos posibilidad de rendirnos”.
Aún así, todavía hay estereotipos que vencer, como que no hay solo un tipo de mujer, en una misma persona conviven diferentes herencias. Hay mujeres defensoras de la familia tradicional, lo que es completamente válido. Las mujeres son capaces de reinventarse mientras todo está ocurriendo. En estos tiempos debemos potenciar a los hijos en su identidad de género, en nuestro patrón de conservadoras del amor. Se suma la tecnología que ha derribado fronteras, que permite empatizar con mujeres de cultura lejanas “es un mundo lleno de otros mundos”, lo que obliga a estar atentas a la veracidad de las fuentes. Y todo eso, se ve reflejado en el arte. Al publicarlo, nos obliga a conversarlo.
La cultura en general, particularmente la nuestra regional, se sitúa en tiempos de cambios vertiginosos, en que elementos culturales se pierden y otros logran rescatarse, pero como le escuchó decir a una artesana: “y si se pierde… que se pierda”, apuntando a que las pérdidas son también parte de nuestra herencia cultural. El trabajo de rescate de legados desde la academia, debe cuidar en no caer con el apropiamiento cultural o la no consideración adecuada de las comunidades guardianas de esos legados.
Las gestoras culturales buscan profesionalizarse, se preocupan de la comercialización de los productos artesanales, conforman redes y son solidarias y humildes, activas ante los desafíos, porque las mujeres “somos más del honor que de la gloria”. Revitalizan la tradición, resignificándola al agregar nuevos colores, nuevas presentaciones, nuevos elementos. No existen fronteras ni límites.
La salida de la mujer al mundo público, su independencia económica, ya es un cambio cultural y potencia el trabajo colectivo, se abren otros campos además de la artesanía, como la narrativa, la pintura, con destacadas exponentes como la poetisa Rosabetty Muñoz de Ancud, la actriz Patricia Cuyul de Puerto Montt, la artista visual Rossy Oelckers…
La cultora local es cauta y reconoce el silencio. El clima, los grises, la oscuridad del invierno la hacen respetar los tiempos, retroceder y dar espacios, y le dan la impronta a la artesanía, a la gastronomía “fusión”, que incorpora las enseñanzas de la abuela sumándole lo contemporáneo.
Esta es Pamela Urtubia, “intelectualmente brillante y humanamente hermosa”, como la describe poéticamente una de sus colegas durante nuestra visita.

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